Cabo Espartel

Por Miguel Ángel Ferrís Gil*

Tras una etapa de activismo por el derrumbe de una cultura de la corrupción y el saqueo de lo público, a través de la conocida como “Ruta del Despilfarro”, ahora contemplo desde mi nueva atalaya junto a un Convento de monjas de clausura de la ciudad de Tánger -refugio de exiliados, idealistas y personajes literarios de todo tipo-, el devenir del proceso de Cambio político en Valencia por el que tantos buenos ciudadanos han apostado en las últimas décadas y que tantas esperanzas despierta todavía.

Con el horizonte cercano del último y definitivo paso de tuerca de esta nueva Transición, las elecciones Generales del 20-D, me permito, con la distancia geográfica interpuesta como garantía de una mejor visión de conjunto, lanzar a la deriva de posibles destinatarios en la otra orilla, algunas de las reflexiones que dicho proceso me produce, tras varias décadas de luchas sin cuartel por la consecución de un verdadero cambio transformador de nuestra sociedad e instituciones en el sentido de una verdadera justicia social y ambiental.

La corrupción instalada de forma institucional y sistemática en las élites políticas y empresariales valencianas, no es un fenómeno en absoluto aislado del contexto en que se produjo, caracterizado por una moral de “nuevo rico” emplazada en buena parte de la población. Con un  sistema de silencios y complicidades entre los beneficiarios del Poder –es decir los partidos hegemónicos con posibilidades reales de acceso al mismo-, un oligopolio mediático rendido a los intereses del Dios-Mercado incapaz de cumplir los fines sociales del periodismo y por ende de servir de salvaguardia de la Democracia y un modelo de Econo-suya destinado a acrecentar el abismo entre los propietarios y gestores, y los súbditos y paganos, que somos la inmensa mayoría.

Tras más de 35 años del actual régimen político turnista, son más las debilidades que las fortalezas las que asoman por sus fisuras, con una credibilidad desgastada por una gestión de la crisis/estafa continuista entre los dos partidos garantes del actual “status quo”. A lo que se suma una Constitución tan sacralizada como inaplicada, un retroceso en el modelo de Estado por políticas recentralizadoras que han centrifugado cualquier posibilidad de proyecto común en lo que otrora se llamaba España y las continuas amenazas a la libre determinación de los ciudadanos a diseñar y dirigir su propio futuro más allá de las amenazas de la caverna mediática y de los partidarios de los “Golpes de Mercado” a la griega.

El panorama político inmediato se desdibuja de forma acelerada e imprevisible, impulsado por una ineludible voluntad de cambios notables y el estallido de viejos y nuevos conflictos sociales y territoriales difíciles de manejar en tiempos de fuertes tempestades, sin hoja de ruta ni bien reputados marineros al mando. Ante el peligro de que, en un momento de temor y vacío de poder, los mercaderes impongan nuevo capitán y el esperado rumbo del “Ibex 35”, es necesario que las distintas sensibilidades de la tripulación se pongan de acuerdo para recuperar el timón y poner proa en dirección al país del Bien Común, único destino por el que merece la pena sucumbir en el intento.

Se aventura un tiempo extremadamente delicado en nuestras tierras, en el que la intuición colectiva de las bases de los partidos que claman por una Coalición unitaria y a la vez plural en pos de un Cambio profundo, se puede ver enturbiada por los cantos de sirena de quienes ven en la división réditos electorales cortoplacistas, alimentando de paso el patriotismo endogámico de sus formaciones, casi siempre castigado por las urnas.

Tras reconocer a la ciudadanía su papel determinante en el actual Cambio político, es preciso que los actuales responsables de las formaciones de las izquierdas plurales y transformadoras, devuelvan a la misma la esperanza y protagonismo en el mismo, facilitando un acuerdo electoral amplio, sin vencedores ni vencidos, que garantice el buen término del proceso valenciano y español iniciado hace unos meses con el desalojo incontestable de los dirigentes corruptos y despilfarradores de nuestras instituciones. ¡Que Santa Lucía les conserve la vista!

(* Miembro del Colectivo Periodístico “Xarxa Urbana” de Valencia. Vive actualmente en Tánger desde donde nos hace llegar sus reflexiones sobre el nuevo tiempo político que se está abriendo en España)

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