13.1O.2012

Ante una numerosa y atónita ciudadanía, la “Ruta del Despilfarro” revela los puntos negros del “abandono cultural y patrimonial” de la ciudad de Valencia.

Teresa Galindo L. RDV. Valencia 13 de octubre de 2012.

Durante más de cuatro horas tuvo lugar  un impactante recorrido  a pié y en autobús por los 15 puntos negros más destacados del abandono Cultural y Patrimonial de la capital valenciana.

Tras casi 22 años de gobierno municipal y 18 años de gobierno autonómico del Partido Popular, la “Ruta del Despilfarro”, congregó este sábado a medio centenar de ciudadanos de todas las edades, para mostrarles las consecuencias de una política cultural y de conservación, plagada de intereses externos y privados, recurrente en el abandono, la dejación de funciones y la bien calculada tardía intervención, que ha producido las mayores cuotas de incompetencia, insensibilidad y, en algunos casos, irresponsabilidad política y moral desde la implantación de la Democracia.

El inicio de la Ruta tuvo lugar en el contorno de la Muralla Árabe de Valencia (S.XI), en compañía del activista vecinal Miguel Wiergo, quien describió a los viajeros la absoluta inactividad pública en la recuperación de la misma, así como la postergación periódica de todos los proyectos, a excepción del tramo cercano a la calle Caballeros, por cuestiones especulativo-inmobiliarias y turísticas.

Asombro, incredulidad, frustración, indignación, e impotencia se reflejaron en las caras de los participantes de esta primera edición de la “Ruta del abandono cultural y patrimonial”, ante la evidente ruina de los vestigios de la muralla y de sus inmediaciones: la Plaza Beneito y Coll, la calle de los Navarros y  la Plaza del Ángel.

En esta última, un  descolorido rótulo de los vecinos  afectados por el Plan Riva del barrio del Cármen recuerda que han pasado varias décadas de olvido y de falta de inversión pública en un lugar histórico del que tuvieron que salir miles de familias. Por eso hoy se advierten desvencijados  edificios que dan cobijo tan solo a cientos de gatos.

Después, en la calle de Serranos el grupo se detuvo frente a la entrada de un refugio antiaéreo público, uno de los que  aún se conservan como testimonio de la guerra Civil Española.

La inconfundible grafía de la palabra “Refugio”, generó entre los más jóvenes curiosidad puesto que algunos no sabían que a lo largo del país se construyeron miles de ellos para acoger y proteger a la población civil de los bombardeos franquistas.

Una estudiante de veintidós años comentó que cuando pasaba por allí, pensaba que se trataba de una discoteca abandonada. Esta anécdota pone en evidencia, la necesidad de  restaurar y acondicionar algunos de estos refugios que forman parte del patrimonio histórico y arquitectónico para que sirvan de conocimiento a las generaciones actuales y futuras sobre  las dificultades cotidianas que se soportaron en los años de la guerra.

Un río de abandonos

Siguiendo por el río el autobús pasó frente al Museo de Bellas Artes de  San Pío V que conserva la segunda pinacoteca de España.

Antonio Marín, del Circle Obert, señaló que dicho museo ha sido abandonado, por lo cual se ha ido degradando lentamente, y llenándose  de goteras y de humedades que ponen en peligro a las obras de arte. Esto, como señaló,  “sin que la administración valenciana actúe para detener  el deterioro. Es inaceptable”.

Detrás de la Ciudad de las Artes y las Ciencias en las que si se han invertido más de 1.300 millones de dinero público, encontramos las Naves Cross, importante muestra de patrimonio industrial valenciano, reconvertidas en  Santuario de los “mártires” del bando nacional. A la construcción original, y para cumplir con el nuevo uso religioso católico, se le adicionó una torre-campanario, con lo cual se modificó un bien patrimonial protegido.

La excursión continuó por el Puerto, en donde los tinglados históricos con sus cerámicas, sus listones de madera y sus esbeltas columnas parecían decir  que soportan resignados los achaques del tiempo y del olvido, una vez que ha pasado la fiebre que despertó la America’s Cup.

Dicho evento modificó la fachada marítima, construyendo  edificios modernos para los equipos de la competición deportiva, los comercios de envergadura y  otros artilugios que desentonan con el conjunto y con la realidad económica de la ciudad.

Para eliminar la huella de un negocio ruinoso, la alcaldesa Rita Barberá ha previsto su demolición con el pretexto de “no afectar el  conjunto histórico del Puerto”… Claro, esto ha debido pensarlo antes de enterrar en La Marina millones de euros.

También se recordó que  el balneario de Las Arenas fue un sitio de esparcimiento popular que funcionó desde fines del S.XIX hasta  finales de la década de los 90. Sus instalaciones y servicios formaban parte de la memoria colectiva ciudadana, con una piscina y unas termas, hasta que hace pocos años el ayuntamiento decidió ceder a una multinacional hotelera. Hoy la piscina y las termas están integradas a un hotel de lujo, al que solo pueden acceder turistas adinerados.

En la esquina de La Lonja de Pescadores se subió Maribel Domenech de Salvem El Cabanyal, para contar cómo han sido  los 15 años de lucha vecinal para  evitar el derribo de más de 1.600 viviendas con el fin de ampliar la avenida Blasco Ibañez hacia el mar.

En este sector también se explicó en qué ha consistido la campaña de sensibilización Cabanyal Portes Obertas o los recientes acuerdos a los que han llegado  las diferentes asociaciones del barrio, para revitalizarlo e impedir que continúe su deterioro.

A lado y lado de las  calles de la Reina, del Mediterráneo, de los Pescadores, de la Barraca y de Serrería, los viajeros de la Ruta pudieron apreciar singulares ejemplos de  modernismo popular en un barrio declarado   Bien de  Interés Cultural desde el año 1993 y también, algunas calles que reflejan la destrucción urbanística y social, promovida por  el ayuntamiento con el asentamiento de población marginal en viviendas de su propiedad.  El recorrido  por el Cabanyal terminó  con un  almuerzo de “xoricets a l’infern”, convertido en el símbolo gastronómico de la Ruta del Despilfarro.

Un camino de emociones

Por la avenida de Los Naranjos, y en la intersección con la Autovía a Barcelona, los viajeros observaron incrédulos un mirador que no mira a ninguna parte, porque tiene el ascensor dañado y está en la mitad de una rotonda de difícil acceso. Sus constructores tal vez pensaron ver desde allí las ampulosas  obras  y los dispendiosos eventos con los que se pretendía que Valencia fuera una capital Europea de la cultura.

En pocos minutos, y por la Ronda Norte, el recorrido llegó al monasterio de San Miguel de los Reyes sede de la Biblioteca Valenciana, importante conjunto monumental que, pese a  su relevancia histórica y cultural, está en un entorno con claras muestras de abandono, además de evidenciar los recortes presupuestarios y de personal.

La Alquería de La Torre y la Alquería del Moro en el barrio de Benicalap, son dos excelentes ejemplos del descuido y abandono que han propiciado los propietarios de estos inmuebles: el ayuntamiento y el Valencia Club de Fútbol.

Aún con la tristeza por lo visto en Benicalap, los viajeros se aproximaron a un rincón singular, poco conocido y  escondido en medio de edificios de  diez o doce alturas, el viejo camino del Pouet. Solo una inscripción en el suelo (al mejor estilo de Hollywood), y  algunas casas salvadas del afán demoledor daban fe, de lo que hasta hace apenas una década seguía siendo un camino ancestral rural, hoy fagocitado por la fiebre  urbanística.

En este punto  se aproximaron dos  antiguos habitantes del Pouet para seguir recordando a la ciudadanía que fueron víctimas de una expropiación forzosa de sus viviendas, esas donde vivieron durante siglos sus familias, y que les fueron arrebatadas para beneficiar a amigos, constructores y negocios privados como el Bioparc.

Joano, un sexagenario habitante del Pouet, no pudo contener las lágrimas, pues el habia sido una victima de similar expropiación hace algunos años. Le quitaron una alquería medieval que está hoy abandonada en el Bioparc  y que para él sigue siendo su hogar y el de  varias generaciones de su familia.

Muchas emociones encontradas, muchas evidencias dolorosas, mucho abandono institucional, mucho patrimonio que se pierde, mucha impotencia personal, mucha arrogancia institucional, mucho silencio  mediático, mucha indiferencia… parecían ser las reflexiones de los viajeros, pero aún, no lo habían visto todo.

Se aproximaba la última parada, la de las alquerías de los Jesuitas, ubicadas justo detrás de la sede del Partido Popular y al lado del Jardín Botánico. La Universitat de Valencia espera que sean rehabilitadas por el ayuntamiento para ubicar en ellas el futuro Museo de Historia Natural  con la colección de 16 mil piezas del Padre Sala que hoy se encuentran en cajas.

Manolo Carles, dirigente de la Asociación de vecinos del Botánic relató los numerosos intentos del barrio por proteger y restaurar estas alquerías, sin que hasta hoy hayan obtenido respuesta alguna de la administración.

De ellas nadie se hace cargo, salvo los roedores y las malezas que se asoman como un flequillo vegetal por encima de las tejas de barro.

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